Mucho más que una simple flor
Lo más valioso no siempre es lo que podemos ver, sino lo invisible que aprendemos a ver con el corazón.
Hace una semana le platicaba a mi terapeuta Marce de las emociones que navegué en esos últimos días en los que le rezábamos -en familia- a mi abuelita tras su fallecimiento. Le conté de cómo se vivió este duelo a nivel personal y de lo que mi abuelita nos dejó en sus últimos meses de vida. Marce me señaló que, mientras yo le contaba de lo que significó esta partida para la familia y de los sentimientos de esta etapa, ella visualizó una rosa, con un color claro e intenso que le traía mucha paz y que a su vez simbolizaba la belleza de la vida de mi abuelita. Lo único que relacionamos en ese momento fue que a mi abuelita le encantaba cuidar de sus plantas y que le habían llevado muchos arreglos florales en su funeral.
Luego de avanzar en la sesión con otras reflexiones sobre la abundancia, ligereza y los espacios de conexión conmigo -que sentía que me hacían falta- fue que me llegó un momento de inspiración para relacionar todo y expresarle que yo me veía como el Principito allá en su asteroide y de pronto me vino a la mente esa flor que Marce había mencionado antes. Aclaro que mi inconsciente trajo a este personaje sin que yo tuviera razón alguna para recordarlo o por alguna reciente alusión.
En ese instante se creó la conexión de la mención de la rosa con esta referencia y que claro se lo dije a Marce, sonreímos porque ya aprendimos el patrón de que cuando me llegan señales así es porque mi intuición me invita a seguir ese rumbo y basta con dejarme sorprender y fluir con esta sincronicidad, así que sin dudarlo le prometí explorarlo a fin de descubrir qué significado había detrás.
Al regresar a mi hogar luego de estar 12 días en la casa de mi abuelita, una de las primeras cosas que hice fue volver a leer -en realidad hojear en busca de insights- mi libro del Principito (uno de los primeros que compré para mi, tal vez poca pero valiosa, biblioteca de 49 libros) para llegar aquí con la intención de compartirte lo que recordaría de sus enseñanzas y la posible razón de su aparición en relación a mi estado emocional y evolutivo de estas semanas.
Pero como suele pasar, cuando me dejo llevar por estas señales, descubrí más de lo que esperaba. Lo que imaginé al inicio que sería esta reflexión se transformó en algo que, si bien se alinea a lo que he escrito últimamente, va más allá de una colección de pensamientos, conceptos u opiniones que llegan desde la sabiduría de mi intuición, en realidad se trata de un llamado a ver lo invisible.
El Refugio del Asteroide
Un Espacio para Proteger y Nutrir lo Esencial
Primero que nada ¿por qué creo que me visualicé en el asteroide?
Fiel a mi línea 2 como Ermitaño & mi Entorno de Montañas Pasivas (Diseño Humano), se siente natural ir y permanecer un buen tiempo en mi refugio, en esa ermita en la que puedo dedicarme a tomar consciencia y perspectiva amplia de lo que vivo, a la vez que me da paz cuidar de este lugar alejado del todo. A veces es un espacio interno para la introspección y el amor propio, en otras literal es escaparme a un destino donde hay poca interacción con más personas y en el que puedo darme tiempo para renovar mi rutina y/o disfrutar de la magia de la presencia.
Le contaba a Marce que pareciera que en estas semanas he estado en un limbo emocional en el que solo he observado, solo he sentido, solo he atendido lo del día a día mientras “llega el momento” en el que se detona la tan esperada chispa que enciende con intensidad mi fuego interno para ir a por esas próximas aventuras que suelen atraerme por curiosidad, por desarrollar una pasión o por cumplir con mi propósito de vida.
Entonces este asteroide es para mí un punto en el universo desde el que doy un salto hacia los nuevos mundos que anhelo explorar y que, una vez tengo distante, volteo a ver lo lejos para preguntarme si sigue brillando, porque es un lugar al que me da tranquilidad de regresar porque -más allá de que no es mi zona de confort- tiene lo que necesito para encontrarme con mi sabiduría interna y a la vez me mueve lo suficiente para impulsarme evolucionar.
También ese asteroide es donde preservo lo más valioso que tengo en mi ser, donde lo esencial puede crecer y florecer sin ser amenazado por las malezas del mundo exterior, que son esas distracciones y negatividades que brotan muchas veces sin invitación e intentan invadir nuestra vida, sofocando lo que es verdadero y puro en nosotros.
Es aquí donde también me siento a escribir las palabras que me empoderan, en donde regreso a darle significado muchas de mis vivencias, es el rincón donde me re-encuentro con mi fe. Y mientras escribo esto caigo en cuenta que Substack ha sido “mi asteroide” estas semanas porque no encuentro otro lugar virtual o físico que me haga sentir así de seguro, de comprendido y en conexión conmigo mismo.
Cuidar de nuestro espacio interior, proteger nuestro asteroide personal, es una responsabilidad que no podemos delegar. Es un acto de amor propio que nos lleva a ser conscientes de las influencias que permitimos en nuestra vida, seleccionar cuidadosamente las ideas, creencias y personas que alimentan nuestra alma, y desarraigar aquellas que nos apartan de nuestro verdadero camino.
Es en este espacio, donde se enraíza nuestra verdad y al darle los cuidados y nutrientes que requiere permitimos que florezca y muestre su singularidad. Es en este asteroide donde le dejamos por primera vez que coquetee con nosotros, nos enamoramos de ella, admiramos sus espinas y aprendemos a defenderla de fuertes vientos y posibles peligros. Encontrar y mantener este refugio para esta flor única no es fácil, requiere el coraje para conciliar con nuestras sombras, para decir "no" a lo que no nos sirve y para dedicar tiempo a cuidar lo que realmente importa.
Aprender a mirar la flor con el corazón
“Lo esencial es invisible a los ojos” y ser responsables de crear lazos.
Al igual que el Principito con su rosa, nuestra esencia nos despierta un sentido de responsabilidad y cuidado, gracias a ello somos capaces de formar una conexión con ella y comprendemos que merece ser reconocida y honrada. Al regar la flor, al protegerla del viento y al conversar con ella, creamos un vínculo que no se puede medir ni ver, pero que sin duda es real porque le hemos brindado un significado.
Domesticar, refiriéndome al mismo verbo que el zorro le explica al Principito sobre “crear lazos”, es una práctica de paciencia, vulnerabilidad y compromiso. Es darse el tiempo de conocer verdaderamente a alguien, de aceptar y abrazar sus imperfecciones y en el proceso a ti mismo. Es ver más allá de las apariencias y a valorar lo que realmente importa. Es un recordatorio de que no se trata de buscar las diferencias superficiales para aprender a amarle por sobre el resto, sino activar el poder de su historia compartida y darle un valor desde como se han nutrido.
Es comprender que hay un hilo único que los une, jalar poco a poco de él hasta descubrir el “precio de la felicidad” como diría el zorro; es crear y honrar esos ritos que fortalecen su vínculo. Así como el Principito que descubrió eso con su rosa, desde que la reconoció brotar muy distinto en su asteroide, de las conversaciones que tuvo con ella con todo y sus quejas y secretos, al ponerle la campana de cristal para dejarla protegida antes de irse.
En el ruido y rush de la vida diaria, a menudo olvidamos darnos una pausa y apreciar nuestra propia singularidad, e incluso la de aquellos que nos rodean. Permitimos que las comparaciones y las expectativas externas nos cieguen de la belleza de lo que somos, de nuestra autenticidad, de nuestra historia irrepetible que relata cómo hemos florecido. Al igual que con la flor, lo que nos hace únicos no es necesariamente visible para todos, solo nosotros conocemos con certeza qué tan real y valiosa es; que si otros se animan a verla, entre cientos de flores más, es porque también saben de la responsabilidad que implica domesticar su propia flor y por tanto han aprendido a mirar con el corazón.
Crear lazos desde esta visión requiere de abrirnos a los demás, de mostrar nuestra esencia sin máscaras, y permitir que otros nos vean desde nuestra autenticidad y con todas nuestras imperfecciones. Este tipo de permisión a conectar con nosotros trasciende lo superficial y nos permite experimentar un sentido de pertenencia y amor que no se puede encontrar en la solitud de un asteroide.


Explorar más allá del Asteroide
Un Llamado a desapegarte y honrar lo invisible
Llega un momento en la vida en el que, para crecer y evolucionar, debemos desapegarnos incluso de aquello que amamos profundamente. Dejar tu asteroide y en ocasiones alejarse de lo que has cuidado y protegido con tanto esmero puede ser doloroso, pero cada cierto tiempo en la vida es necesario soltarlas en consciencia para explorar nuevos mundos, para descubrir nuevas perspectivas y verdades, para aprender a mirar con el corazón.
El desapego no significa abandono o indiferencia, sino la capacidad de confiar en que lo que hemos cultivado con amor y dedicación continuará creciendo por sí mismo. Es reconocer que, a veces, debemos alejarnos para poder ver con mayor claridad, para comprender lo que hemos dejado atrás y para abrirnos a nuevas experiencias que nos enriquecerán y traerán más abundancia.
Este proceso de desapego es un salto de fe confiando en que lo esencial, lo que realmente importa, permanecerá con nosotros, aunque no esté físicamente presente. En este salto de consciencia, aprendemos que amar es tener la libertad de crecer y evolucionar, que eres capaz de formar lazos con otros como si fueran una extensión de tu propio ser.
Cuando nos tomamos el tiempo de conocer y comprender a alguien, de aceptar su singularidad y celebrar su esencia, estamos honrando lo que es más valioso en la vida. Nos damos cuenta de que nuestras vidas están entrelazadas, y que el bienestar de los demás es también nuestro propio bienestar.
En un mundo que nos impulsa a buscar la independencia y la autosuficiencia, es fácil olvidar la importancia de estas conexiones. Podemos caer en la trampa de pensar que podemos hacerlo todo por nuestra cuenta, que no necesitamos a los demás para encontrar la felicidad o el éxito, o como me gusta definirlo: vivir una vida con significado. En realidad, somos seres sociales, y nuestra felicidad y sentido de propósito están profundamente conectados con nuestras relaciones, con ese sentido de pertenencia que surge cuando nos conecta aquello que compartimos con almas afines y que tiene un impacto duradero cuando nuestras acciones, por pequeñas que sean, trascienden en la vida de estas personas.
Los lazos que creamos son nuestro legado, las huellas que dejamos en el corazón de los demás. Y aunque estos lazos sean invisibles, son más reales y duraderos que cualquier posesión material.
La verdadera riqueza, la verdadera esencia de la vida, no se encuentra en lo que es visible o tangible, sino en lo invisible, en lo que miramos y sentimos con el corazón.
Esta no es solo una reflexión sobre lo que encontré en el libro del Principito, sobre los pensamientos que navegan mi mente o sobre lo nutritivo que se siente estar en este asteroide que para mí representa Substack. Es más bien una invitación a que miremos más allá de las apariencias y honremos lo invisible en nuestras vidas. Es un llamado a ser conscientes de la responsabilidad que tenemos de cuidar nuestra esencia, de abrazar nuestra vulnerabilidad, curiosidad e inocencia. Es encontrarte de nuevo con la oportunidad para elegir con quiénes vas a crear nuevos lazos que sean significativos, que te conecten de manera profunda y auténtica con ellxs.
Así como el Principito aprendió a ir más allá de su asteroide y valorar lo que era esencial en su corazón, también nosotros podemos aprender a apreciar lo que realmente importa en nuestras vidas. Hoy creo que lo que realmente importa es cómo hemos amado, cómo hemos vivido honrando con nuestra esencia, y cómo hemos impactado e inspirado la vida de los demás.
Es fácil perderse en el ruido del mundo, en las distracciones y lo superficial que nos rodean, pero si recordamos que lo más valioso es lo que no siempre podemos ver, podemos vivir con más propósito, más abundancia, y más gratitud. Y es en esa conexión con lo invisible, con lo esencial, donde encontramos la verdadera belleza y significado de la vida.
Un abrazo, Josh
- #YNWA
Un momento curioso de sincronicidad y una invitación a crear un lazo contigo.
El libro #50 de mi biblioteca me llegará este viernes y será el de Señales, el lenguaje secreto del universo, del cual la última confirmación para leerlo me llegó a inicios de mes por recomendación personal de @lavidadecaro_, a quien (desde uno de mis proyectos de freelance) le estuvimos colaborando en la implementación de sus automatizaciones en Kajabi para lanzar su reciente programa VozAlma.
Apoyarle a Caro fue una experiencia muy plena y abundante a nivel personal para ambas partes y obviamente para su negocio ya que en este lanzamiento logró superar por mucho sus metas. Desde el inicio ella confió en nuestro expertise y fue muy abierta a nuestras sugerencias, rebotamos ideas de contenido, nos facilitó acceso a todas sus plataformas, la comunicación fluyó muy bien y siempre estuvo atenta a contestar nuestras dudas. Pero lo mejor es que todo esto se dio porque además de que Caro nos inspira con su historia, reconocimos y siempre estuvimos alineados al impacto que ella y nosotros compartimos para mostrarle una luz a personas que quieren desbloquear sus creencias limitantes y compartirse con el mundo con autenticidad, honrando su esencia y siendo conscientes del valor que requiere ir adentro para sanar y amarse, para vivir en libertad y congruencia.
Si eres emprendedora de la industria del bienestar holístico y requieres apoyarte de un equipo de marketing consciente con el que te sientas en confianza para escalar tu negocio digital sin perder la esencia de tu marca (personal), entonces te invito a tomar un cafecito virtual y platiquemos de cómo te podemos ayudar a lanzar tus próximos programas y a evolucionar (perdiéndole el miedo) tu ecosistema digital.